Hemos caminado esas calles de mil maneras, con el alma en un grito, siempre el mismo: Justicia. Justicia efectiva, esa en la que los jueces hacen su trabajo y existe la voluntad política para facilitar las herramientas legislativas para que eso suceda. Nunca hemos pedido decisiones políticas cosméticas ni justicia coqueta y sin embargo las tenemos. Y es por eso que tal vez aún nos preguntamos de qué se trata la memoria. Con m minúscula. Porque tal vez los caminos que la posibilitan se han embrincado tanto y han cerrado las puertas y las ventanas que nos asomaban a lo que realmente necesitamos, una Memoria con mayúscula. El sustrato de un presente mas comprometido, menos inocente en el que no se confunden política con gestión y en el que las ideas, hijas tal vez de algún paradigma desvencijado, todavía funcionen como motor, de la vida propia y de la compartida. La marcha del 24 es solo un día, y no lo es. Luego va a ser 25 y 26 y…. Pero es quizás la invitación a construir esa memoria clueca de otra manera. Preguntando en voz mas alta y el cuerpo mas comprometido tal vez. Hemos salido a marchar con el cuerpo vivo, con el cuerpo alegre, con el cuerpo disponible para dar nuestros propios pasos y para sostener al otro, para enlazarlo en nuestro andar y dejarnos ser, y dejarlo ser. Y latir. Y lo hemos hecho con los tambores que son tal vez quienes mejor saben de resistir, y nos destejen en su sonido una historia de negaciones, de invisibilizaciones, de memoriosos desmemoriados, de otros y otras negados, una historia con color a verde oliva, con la pluma positiva, y la escarapela en el ojal. Los tambores hijos de otras luchas que han gestado las de hoy, en esta parte de la tierra, y en otras tantas.
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